viernes, 16 de octubre de 2009

FILOSOFÍA DE LA TRISTEZA.....

A partir de los planteamientos de Aristóteles en su Problema XXX, se ha enaltecido de manera excesiva el valor del silencio, la soledad y la tristeza como rasgos propios de los espíritus refinados, seres destinados a sobresalir como artistas, guerreros o filósofos. Si se observa con detenimiento la historia del arte o de la filosofía se puede constatar que la melancolía no es un requisito fundamental para desarrollar una obra, el proceso espiritual o intelectual no se hace más efectivo si el artista es triste, en muchas ocasiones la tristeza se halla más relacionada con frustración, timidez o indignación:

El hombre indignado, y todo aquel que con sus propios dientes se despedaza y se desgarra a sí mismo (o, en sustitución de sí mismo, al mundo, a Dios, o a la sociedad), ése quizá sea superior, según el cálculo de la moral, al sátiro reidor y autosatisfecho, pero en todos los demás sentidos es el caso más habitual, más indiferente, menos instructivo. Y nadie miente tanto como el indignado (Nietzsche. 1999: 55).

La alegría y la tristeza parecen ser dos caras de la misma moneda, ninguno de los dos estados da cuenta de su razón de ser, de su naturaleza, pero la percepción que el triste o el alegre realiza de sí mismo, tanto como la relación que establece con el exterior -con personas, acciones e ideas- es radical: todo adquiere un sabor dulce o amargo, cuando se es muy triste o muy alegre no se admiten términos medios.

La alegría y la tristeza son estados de ánimo creados, artificiales, construidos a partir del deseo de quien experimenta la sensación de tenerlo todo o de estar falto de algo:

Así como el alegre es incapaz de decir el motivo de su alegría y expresar la naturaleza de lo que le colma, el melancólico no sabe precisar el motivo de su tristeza ni la naturaleza de lo que le falta -salvo que se repita con Baudelaire que su melancolía carece de contenidos y lo que le falta no figura en el registro de las cosas existentes... De ahí la diferencia fundamental entre el vacío romántico y el vacío alegre: el primero fracasa al describir lo que no existe, el segundo al hacer el recorrido completo de lo que existe. En otras palabras, la alegría siempre anda relacionada con lo real, mientras que la tristeza se debate sin cesar, y ahí reside su propia desdicha, en lo irreal (Rosset. 2000: 14).

LA RISA AMARGA EN EL ARTISTA TRISTE

Quien esquiva los grupos, la vida comunitaria, y, sin embargo, tiene un don especial para divertir con sus ocurrencias cuando se halla en reuniones sociales, por lo general desprecia a quienes divierte, cuando se vuelve a encontrar consigo mismo suele sumergirse en prolongados estados depresivos, le pasa lo que, como explica Flaubert a Louise Colet, ocurre con los champiñones cuando se les acerca al fuego: despiden su jugo y luego quedan aún más secos. Estos "humoristas" suelen ser observadores minuciosos y desapasionados del comportamiento humano, seres solitarios y sutiles que se divierten en los funerales y se deprimen en los festivales, un "animal pletórico de genio, sufriendo y exhalando todos los suspiros y todas las ambiciones" (Baudelaire. 1995: 33).

Baudelaire soñaba con lo que logró a través de la escritura y por eso es tan vital. Para el famoso prefacio a Las flores del mal quizo "una mezcla de misticismo y travesura"; consideraba que "la absoluta franqueza es el procedimiento más original para un artista"; se propuso "relatar pomposamente los asuntos más cómicos" y fantaseaba con "una amplia sonrisa en un hermoso rostro de gigante". Dos cualidades literarias: "sobrenaturalismo e ironía". Considera que "lo que existe de embriagador en el mal gusto es el placer aristocrático de disgustar" y seguramente uno de sus plegarias más frecuentes fue: "Señor y Dios mío, concédeme la gracia de escribir algunos buenos versos que me prueben a mí mismo que no soy el último de los hombres, que no soy inferior a aquellos a quienes desprecio" (Baudelaire. 1995: 20-36).

En una de sus cartas escribió, refiriéndose a Las flores del mal:
Debo deciros, ya que no lo habeis adivinado más que los demás, que en ese libro atroz he puesto todo mi corazón, toda mi ternura, toda mi religión (enmascarada), todo mi odio, toda mi mala suerte. Verdad es que escribiré lo contrario, que juraré por todos mis dioses que es un libro de arte puro, de monerías, de malabarismos, y mentiré como un sacamuelas (Citado por Bataille. 1971: 58).

Sobre la franqueza como el mejor recurso estético Flaubert también es enfático. "Cualquier hombre que supiera escribir correctamente crearía un libro soberbio al redactar sus Memorias, si las expusiera con sinceridad y de manera completa... Lo que vuelve tan hermosas las figuras de la Antigüedad es que eran originales: ahí está todo, el sacar de uno mismo" (Flaubert. 1989: 95-190).

También reflexionó, como Baudelaire, Sobre la relación entre estética, estoicismo y misticismo, siempre en función de un mejor ejercicio como artista:

No presumo de ir hacia un falso idel de estoicismo, pero evito las ocasiones de sufrimiento y las atracciones peligrosas de las que ya no se vuelve... No he podido llegar al estoicismo, al que nada afecta, y que no se rebela más ante la estupidez que ante el crimen; pero he conseguido librarme completamente de todo cuanto puede mostrarme la estupidez humana... Me oriento hacia una especie de misticismo estético (si ambas palabras pueden ir juntas), y querría que fuese más fuerte. Cuando ningún estímulo nos viene de los demás, cuando el mundo exterior nos asquea, nos vuelve lánguidos, nos corrompe y nos embrutece, las personas honradas y delicadas se ven forzadas a buscar en sí mismas, en algún lugar, un sitio más limpio para vivir (Flaubert. 1989).

Cuando las personas solitarias encuentran compañía o se expresan en público suelen parecer rústicas y desalmadas no precisamente porque sean mal educadas o hallan perdido el alma sino porque durante su encierro, soledad y silencio han dispuesto de tiempo para observar y descubrir relaciones entre acciones, reacciones y sentimientos, se han ejercitado en el arte de lo cómico, lo irónico y lo didáctico sin que se trate de una habilidad premeditada, se trata de una destreza nacida de circunstancias concretas que desarrollan estados de ánimo y capacidades sensoriales de las que no se es plenamente conciente.

He aquí la reflexión sobre un tema sublime (la fusión entre amor y erotismo) realizada por dos observadores sutiles:

El amante jadeante sobre su bella amada,
Semeja un moribundo que su tumba acaricia.
(Baudelaire. 1982: 30).

Máximas sueltas: no son sinceras consigo mismas; no se confiesan sus propios sentidos; confunden su culo con su corazón, y creen que la luna está hecha para alumbrar su cuarto
(Flaubert. 1989: 187).

Un polvo dura un minuto y lo has deseado durante meses
(Flaubert. 1989: 291).

La clave del efecto consiste en hablar o escribir con énfasis y descaro sobre situaciones cómicas o triviales que suelen concebirse "por la gente sensible" como asuntos serios o sublimes.

Lo que divierte, asombra y se convierte a veces en revelación en este tipo de textos no es el hecho que se menciona sino la crudeza, lograda a través de la selección y combinación de palabras, ya que "Todo el talento de escribir no consiste, después de todo, más que en la elección de las palabras. La precisión es la que hace la fuerza" (Flaubert. 1989: 213).


EXISTENCIA DEL DOLOR Y DEL BIENESTAR
Empezaremos por decir que Schopenhauer califica de absurdos los sistemas metafísicos que consideran el mal como algo negativo, en el sentido de que no existe por sí mismo, sino más bien como la ausencia de algo. Así tenemos que el bien tendría algo de existencia positiva, mientras que el mal tendría algo de existencia negativa; es decir que el mal sólo existe en tanto que es ausencia de bien. Por ejemplo: todos hemos experimentado alguna vez la enfermedad -digamos una gripa- y los dolores que la acompañan. Mientras que los sistemas que Schopenhauer considera absurdos sostienen que la enfermedad sólo existe como carencia de salud, y que la salud es lo que realmente existe, él sostiene que la cosa es al revés: lo que realmente existe es la enfermedad, el dolor.

Ese es nuestro verdadero estado, la salud solamente es un breve período de supresión de la enfermedad. Así la enfermedad siempre se impondrá a la salud, que tan sólo es un fugaz momento de sosiego. Entonces parecería que todo bien o satisfacción es lo verdaderamente negativo, ya que consisten en suprimir un deseo o en poner fin a una pena, que es lo que tiene una existencia positiva.

Del mismo modo, igual que con la salud y la enfermedad, si nuestra vida, nuestra existencia cotidiana, transcurre apacible y sin mayor complicación, nos pasa cómodamente desapercibida; pero si nos ocurre algo doloroso o desagradable, lo percibimos claramente.

"Sentimos el dolor, pero no la ausencia de dolor; sentimos el cuidado pero no la falta de cuidados; el temor, pero no la seguridad. Sentimos el deseo y el anhelo, como sentimos el hambre y la sed; pero apenas se ven colmados, todo se acabó, como una vez que se traga el bocado cesa de existir para nuestra sensación (…) No nos percatamos de los días felices de nuestra vida pasada hasta que los han sustituido días de dolor… A medida que crecen nuestros goces, nos hacemos más insensibles a ellos: el hábito ya no es placer. Por eso mismo crece nuestra facultad de sufrir: todo hábito suprimido causa una sensación penosa. Las horas transcurren tanto más veloces cuanto más agradables son, tanto más lentas cuanto más tristes, porque no es el goce lo positivo, sino el dolor, y por eso deja sentir la presencia de éste"

Schopenhauer incluso llega a decir, que al igual que nuestro cuerpo necesita de la presión atmosférica para no estallar, nuestra existencia requiere del peso de la miseria, de la pena, de los esfuerzos vanos y de los desengaños, para que la arrogancia en nosotros no se desborde destrozándonos o llevándonos hasta la locura.

La mayoría de los males nos afligen porque los consideramos contingentes; los males como la muerte y la vejez suelen no afligirnos tanto porque sabemos que necesariamente hemos de padecerlos, mientras que casi todos los demás los consideramos causados por circunstancias muy particulares. El pensar que existe la posibilidad de librarnos de los males, o que si las cosas hubieran sido de otra forma no hubiéramos padecido determinado efecto doloroso, es justamente lo que nos crea la falsa ilusión de que pudimos no haber sufrido, lo cual eleva nuestra aflicción.

"Pero si llegáramos a convencernos de que el dolor, como tal es esencial a la vida y la forma en que se presenta lo único accidental y dependiente del acaso, de que nuestra vida presente ocupa un lugar en el que sin cesar pronto sería reemplazada por otra, alejada ahora del mismo, y que por consiguiente, el destino poco nos puede quitar; tal reflexión, en caso de convertirse en viva persuasión, podría suministrarnos una buena dosis de ecuanimidad estoica, disminuyendo en gran parte nuestros angustiosos temores egoístas. Pero de hecho, tal poderoso dominio de la razón sobre los dolores que sentimos de un modo inmediato, pocas veces o nunca se encuentra."

ORIGEN DE LA TRISTEZA Y LA ALEGRÍA

En la misma línea, Schopenhauer sostiene que en todos y cada uno de nosotros, está determinada de antemano la cantidad de dolor que hemos de soportar. Esta medida es invariable, aunque la forma del dolor pueda cambiar. La buena o mala fortuna que tenga un individuo, no le vendrá del exterior, sino que procederá de su propio interior, modificándose por su disposición física según sus distintas edades y sus diferentes circunstancias; pero en general será la misma siempre, sin dejar de estar en relación directa con su temperamento y con el grado de sensibilidad, ligera o fuerte, que posea.

El sentimiento siempre está determinado a priori. La alegría o la tristeza nunca son producto de circunstancias exteriores, como lo serían la riqueza o la posición social. Esto se demuestra fácilmente en el hecho de que encontramos caras alegres tanto entre ricos como entre pobres, al igual que encontramos caras largas sin importar posición social o económica. También hay que destacar que los motivos de suicidio son diferentes según cada individuo; difícilmente podríamos encontrar una causa externa que necesariamente condujera al suicidio; éste siempre responde a causas internas sin importar determinantemente las circunstancias exteriores.

El grado de alegría o de tristeza que un individuo padezca, se debe atribuir, no a cambios exteriores, sino más bien, al estado interior del hombre o a su disposición física.

Schopenhauer considera la alegría un fin en sí misma. Siempre que estemos alegres, dice, no debemos reflexionar sobre si tenemos o no motivo para estarlo: estar alegre es motivo suficiente. La alegría siempre se debe preferir sobre cualquier otro bien; pero sin salud es difícil que la alegría se dé, así Schopenhauer recomienda buscar la salud.

En el caso de la alegría, cuando la satisfacción va creciendo hasta convertirse en ésta, vemos que el cambio de satisfacción a alegría se da comúnmente sin necesitar de ningún motivo exterior. Sin embargo, nuestro dolor, muchas veces si es provocado por algún accidente exterior, siendo esto la principal causa de nuestra aflicción, ya que consideramos que de no haberse dado tal circunstancia particular, o si pudiéramos eliminar ese suceso, experimentaríamos gran alivio o nunca hubiéramos padecido tal dolor.
El motivo exterior, la causa circunstancial de nuestra tristeza, no es más que un catalizador o un detonador que concentra el dolor correspondiente a nuestra naturaleza en torno a un suceso determinado, en lugar de que éste se manifieste bajo miles de formas pueriles. Así no le damos importancia a las muchas carencias que nos aquejan, sino sólo a una que nos roba toda la atención. Siempre hay una inquietud dominante que es la que nos agobia, y una vez que ésta es colmada o superada, llega a ocupar su puesto rector una que antes nos pasaba inadvertida.


LA MUERTE
La muerte es tan natural a la vida como el nacimiento, de hecho ambos, nacimiento y muerte, son recíprocos e inversos.

Todos nuestros actos biológicos: respirar, comer, dormir, etc., nos evitan morir directa o indirectamente. Pero la muerte siempre triunfa sobre nosotros; como se expone en párrafos anteriores, según Schopenhauer le pertenecemos a la muerte por el simple hecho de haber nacido; y tratar de conservar la vida, que se nos escapa sigilosa, sutil y rotunda, como el agua en un arroyo, no es diferente a querer que una burbuja de jabón nunca se reviente.

Si al hombre le perteneciera la vida eterna, al paso del tiempo optaría por preferir la nada, ya que por su propia disposición ésta le llegaría a parecer un tormento monótono, aburrido y absurdo. Del mismo modo, si el hombre cumpliera sus sueños de vivir en un mundo donde tuviera todo lo que necesita, es decir, un mundo que no fuera miserable, lejos de ser feliz, se vería invadido por el tedio, el aburrimiento y el hastío. Y solo en la medida en que en su vida se viera presente de nuevo la carencia, escaparía de la monotonía.

Esto nos hace pensar que la felicidad es contradictoria a la vida humana.

Para que el hombre pudiera alcanzar la felicidad, y pudiera escapar del círculo vicioso de miseria-tedio tendría que dejar de ser lo que es: tiene que morir.

Schopenhauer, inspirado en las diferentes formas de vida que conforman la naturaleza, llega a reflexionar que "nuestra vida debería de ser considerada como un préstamo que nos hace la muerte, y el sueño sería el interés diario pagado por este préstamo."

Para Schopenhauer, lo que nos causa temor de la muerte no es el dolor que la puede acompañar, ya que el dolor lo soportamos diariamente, además de que la muerte nos libera de él, e inclusive estamos dispuestos a pagar con dolores el precio de seguir vivos. "Muerte y dolor son cosas distintas a nuestros ojos" ; lo que nos causa el temor a la muerte es más bien el aniquilamiento del individuo, y es así que nos rebelamos ante ella.


LA PUERIL EXISTENCIA HUMANA: ¿FARSA O TRAGEDIA?

Schopenhauer considera increíble lo insignificante, lo fútil, lo melancólica y lo irreflexiva que es la vida de la mayoría de los hombres. La existencia humana, sostiene, no es más que un deseo vago y atormentado, un caminar nebuloso hacía la muerte que tiene por única compañía pensamientos triviales y hechos banales.

"Los hombres se parecen a esos relojes a los cuales se les ha dado cuerda y andan sin saber por qué. Cada vez que se engendra un hombre y se le hace venir al mundo, se da cuerda de nuevo al reloj de la vida humana, para que se repita una vez más su rancio sonsonete gastado de eterna caja de música, frase por frase, tiempo por tiempo, con variaciones apenas perceptibles."

La vida de cualquier individuo, si la observamos en su conjunto siempre es trágica. Pero vista en sus detalles es una farsa, ya que los problemas diarios son cómicos. En las decepciones, en el pisoteo cruel de la suerte sobre nuestras ilusiones, en nuestros errores, en la continua caída y en el dolor creciente, que termina con la muerte, es donde encontramos el toque clásico de tragedia.

La existencia, como hemos visto, es incapaz de proporcionarnos la dicha. Felicidad y vida son dos términos contradictorios. La vida no es más que "un dolor constante disfrazado bajo mil formas, y un estado absoluto de desgracia(…)" A lo anterior se suma, que la mayoría de los individuos tratan de ocultar el dolor que experimentan ahora, o que han sufrido en el pasado, porque saben que los demás, al igual que ellos mismos, rara vez sienten verdadero interés o lástima, y, sin embargo, casi siempre sienten satisfacción ante el relato de los dolores ajenos; ya que si ellos los han padecido en el pasado, siente alivio al saber que no son los únicos sobre los que cae desgracia, y si no los han padecido nunca, se siente afortunados de estar fuera del alcance de aquella desgracia, aunque sólo sea por el momento.

LA FELICIDAD ES UNA QUIMERA, EL MUNDO ES HOSTIL

Al principio de nuestra vida aspiramos a la felicidad, pero al final de ella, estamos dominados por el temor porque nos damos cuenta de que toda felicidad es una quimera. Después de años de experiencia, algunos hombres con suerte, entienden que la vida no trae felicidad, por lo menos no felicidad duradera; el que en esta vida la busque será desdichado. Schopenhauer considera que más que buscar la felicidad o el placer, los hombres sensatos aspiran más bien a la ausencia de dolor. No hay que olvidar que si el dolor es lo positivo y el bienestar es lo negativo, la felicidad de una vida, debe ser evaluada no según el placer, sino más bien según la ausencia de dolor.

El hombre identifica el conseguir o lograr lo que desea, con el bienestar. Pero este bienestar nunca puede ser duradero; así que en cuanto hemos conseguido algo, se iniciará de nuevo la lucha por conseguir algo más, y nos veremos enfrascados en una lucha sin fin contra el mundo que se nos resiste y que todo lo pone fuera de nuestro alcance; a cada instante buscando algo nuevo, persiguiendo la felicidad.

La vida del hombre, explica Schopenhauer, es una perpetuo combate, un eterno conflicto no sólo contra los males abstractos, la miseria o el hastío, sino también contra los mismos hombres. La lucha de la existencia la peleamos diariamente, comandados por la carencia, en un número infinito de pequeñas batallas contra todo lo que deseamos. "La vida es una guerra sin tregua, y se muere con las armas en la mano."


QUERER, VIVIR, SUFRIR.

La vida humana se mueve siempre entre el querer y el lograr. Cada momento de nuestra vida deseamos algo. Siempre necesitamos por el hecho mismo de ser contingentes. El hombre es un conjunto de mil necesidades. Como hemos visto, la vida del hombre es carencia y por lo tanto es dolorosa. Este dolor o carencia intrínseca nos lleva a desear e intentar satisfacer este deseo, pretendiendo alcanzar así, cierta satisfacción por medio de la saciedad. Por ejemplo: siento sed, tomo la cantidad de agua que me satisface, y ahora ya no siento sed; en el mejor de los casos, una nueva necesidad se me manifiesta y me mantiene ocupado en esta dinámica de querer-lograr (para que el movimiento entre deseo y logro transcurra suavemente, éste no debe ser ni rápido ni lento), pero en el peor de los casos, una vez que mi necesidad ha sido aplacada, por lo menos momentáneamente, el vacío y el aburrimiento harán acto de presencia atormentándonos, llevándonos a luchar contra ellos, como luchamos contra la necesidad, entrando así de nuevo al círculo vicioso.

El hombre desea por el hecho de estar vivo; si satisface su deseo, el hastío lo invade, si no, lo invadirá la frustración. En ambos casos el sufrimiento se apoderará de él, que irremediablemente luchará otra vez por alcanzar la satisfacción y huir de la frustración o del aburrimiento.

Cuando logramos cumplir un deseo o satisfacer una necesidad, después de pasar muchos obstáculos, nos damos cuenta de que ahora que ya hemos logrado nuestro deseo nos encontramos libres del dolor que la carencia y la necesidad nos producían; es decir: estamos igual que antes de haber deseado. El deseo satisfecho nos priva del dolor, causa y efecto del desear; y el recuerdo de esa privación, ya ahora en este nuevo estado, nos crea la ilusión del goce.

Es por esto que nunca podemos apreciar justamente los bienes que poseemos, pues no nos hacen felices más que negativamente: apartando el dolor de nosotros. Pero una vez que los vemos perdidos, llega el dolor inclemente dispuesto a reclamar lo que es suyo y que durante algún tiempo se le resistió fugitivo. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido. "Por esto nos es grato recordar los males que huyeron, y el único medio de gozar de los bienes actuales."


CLEMENT ROSSET: EN EL OJO DEL CICLÓN
Traducción y presentación de ALBERTO PINZÓN LEÓN
Doctor en Filosofía Univ. Javeriana, Docente Maestría UNINCCA

El filósofo Clément Rosset ha relatado en la Route de nuit la crónica de su depresión. Más allá de su experiencia personal, analiza el destino social y literario de esta enfermedad del alma.

PRESENTACIÓN DE CLÉMENT ROSSET.

Rosset ha llevado a tan alta expresión el arte de la desilusión, la delicadeza de la desesperanza, el gusto por la soledad y el obstinado placer del displacer, que no se entiende por qué es tan poco conocido y leído. Rosset ha manifestado: ¨una crítica podría hacérseme y no me disgustaría, porque mostraría como la persona ha comprendido, sino el mensaje, al menos mi manera de proceder, que mis libros son citas puestas una detrás de la otra, adornadas con un propósito personal¨.

En Rosset, hay una gran libertad en la escritura, yuxtapone cosas en apariencia diferentes, el teatro y la metafísica, la filosofía y la historieta. Conjuga una complicidad divertida y un propósito grave.

Clément Rosset es un filósofo francés, en él va a la par lo profundo y lo ligero, la paradoja le da la particularidad a su obra.

Hay en Rosset una búsqueda de una lucidez sin par. A ella se debe la idea de un real concebido como idiot, es decir, según la etimología griega, como simple, como único, sin dualidad ninguna. Lo real es aquello que se nos presenta sin más. No tiene otra significación que su presencia, ningún mensaje para dar, ningún fin que llenar. Parecería absurdo, pero no lo es, absurdo es un sentido que toma el lugar de lo real y vuelve la situación incomprensible. Es una posición trágica, sin duda, lo real nos precede y nos sobrevivirá. Nuestra existencia tiene el mismo sentido que el de lo real. La denuncia de Rosset, es nuestra persistente duplicación de lo real, símbolo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra finitud. Lo real nos decepciona porque él es lo que es. Y entonces nos imaginamos, pensamos, soñamos, vivimos e inventamos un doble, la duplicación de lo real. ¨Nada más frágil que la facultad humana de admitir la realidad, de aceptar sin reservas la imperiosa prerrogativa de lo real¨. El sufrimiento es tan real como el placer, pero nos olvidamos o calmamos el primero para conservar el segundo. Lo mismo pasa con la pareja muerte-vida, nos inventamos un más allá, para ocultarnos, para alejarnos de la muerte. La pareja violencia-paz, la condenamos, la prohibimos y la explicamos en beneficio de la paz. En síntesis, ocultamos la realidad de tal suerte que nos aparezca menos monstruosa, más sensata, más explicable.

Rosset postula lo real, concebido como inaceptable, más sin embargo ello lo lleva a valorizar la existencia como un lugar posible de la alegría.

Pero él sabe bien que ¨la alegría es un regocijo incondicional de y a propósito de la existencia: ahora bien no hay nada menos regocijante que la existencia, si la consideramos con toda la frialdad y lucidez del espíritu¨. Sin embargo, nos dice, asumir tal constante puede llevarnos a un sentimiento de la alegría, de inefable dicha. Sentir la presencia de un real que no se desvanece, comprender que lo está allí no estará allí más que una sola vez, que las cosas se dan en el momento mismo en el que ellas desaparecen para siempre, pueden hacer nacer un sentimiento de gratitud o de beatitud. Gozar la vida, es gozar de un perpetuo cambio, es aceptar la universal diversidad, el porvenir del mundo, de un mundo sin cesar diferente, donde la estabilidad y la fijeza son del orden del pensamiento y no de la realidad. Si la condición humana es trágica, la alegría es la única posibilidad positiva del conocimiento de lo peor, ella es el ejercicio jubilatorio de lo vivido.



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FUENTES DE CONSULTA:

1) Bataille, George. La literatura y el mal. Madrid: Taurus. 1971.
2) Baudelaire, Charles. Las flores del mal. Bogotá: Oveja negra. 1982.
3) Flaubert, Gustave. Cartas a Louise Colet. Madrid: Siruela. 1989.
4) Maffesoli, Michel. El conocimiento ordinario. Compendio de sociología. México: Fondo de Cultura Económica. 1993.
5) Nietzsche, Friedrich. Más allá del bien y del mal. Madrid. Altaya. 1999.
6) Rosset. Clément. La fuerza mayor. Notas sobre Nietzsche y Ciorán. Madrid: Acuarela. 2000.
7) El principio de crueldad. Valencia. Pre-Textos. 1994.
8) Schopenhauer, Arthur. La sabiduría de la vida - En torno a la filosofía - El amor, las mujeres y la muerte y otros temas. México: Porrúa. 1998.
9) http://www.cibernous.com/autores/schopenhauer/teoria/broma.html
mexfilosofia@hotmail.com

1 comentario:

Verónica Cristiani dijo...

Thanks for to see my blog! your poetry is very interesting and wonderfull.

Good energy for you!
Verónica Cristiani.